Dicen que a cierta edad las personas nos hacemos invisibles,
que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina y que nos volvemos inexistentes para un mundo
en el que sólo cabe el ímpetu de los años muy jóvenes,
las figuras delgadas y espectaculares...
Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo...
pero nunca fui tan consciente de mi existencia como ahora,
nunca me sentí tan protagonista de mi vida,
y nunca disfruté tanto de cada momento de mi existencia.
Descubrí que no soy un príncipe de cuento de hada
pero que que soy un ser humano, con sus miserias y sus grandezas.
que puedo permitirme el lujo de no ser perfecto,
de estar lleno de defectos, de tener debilidades, de equivocarme,
de no responder a las expectativas de los demás.
Cuando me miro al espejo ya no busco al que fui.. Sonrío al que soy...
Celebro la posibilidad de elegir, a cada instante quien quiero SER,
me alegro del camino andado, de la experiencia que me dieron estos años.
Asumo mis contradicciones. Valoro lo recorrido.
No siento ese desasosiego permanente que produce correr
permanentemente buscando que todos te quieran!
¡¡¡Qué bueno está empezar a quererse y respetarse uno!!!
¡Qué maravilloso reconocer que la felicidad está tan cerca nuestro,
tan relacionada con nuestras búsquedas
y nuestros mágicos encuentros interiores!
¡Qué suerte haber comprendido que la magia
y el poder no están en el afuera, sino en mí
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