Por desgracia es una cosa demasiado evidente
el enorme afán que tienen los hombresde echar el ojo en las faltas ajenas,
y todavía ese afán sea quizá mayor
cuando se trata de contarlas a otros.
Es algo tremendo,
lo que hace caer a los hombres
con tanta facilidad en esa tentación incitadora
de poder sacar los trapos sucios
del prójimo en medio de la calle.
Si esto ya es una cosa depravada
se puede afirmar sin género de dudas
que ningún ladrón, salteador de caminos,
malhechor, o criminal es en el fondo
tan depravado como semejantes individuos,
que se han impuesto como única tarea
y medio de vida el dar a la luz pública
y con todos los recursos a su alcance,
los defectos, las debilidades
y los pecados del prójimo.
Soren Kierkegaard
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