El modo de perdonar emocionalmente
es comprendiendo
y si comprendiéramos,
no haría falta perdonar.
Piensa en tu «enemigo».
y en cuanto tu atención
esté fija en él,
aplícale las siguientes reflexiones.
Fuera de casos excepcionales,
en este mundo nadie actúa
con mala intención,
nadie es malo.
Si me ofendió,
andá a saber qué le contaron,
Lo que en él parece orgullo es timidez.
Su actitud para conmigo parece obstinación
pero es otra cosa: necesidad de autoafirmación.
El pobre se siente tan poca cosa...
A veces su conducta me parece agresiva;
en realidad se trata de golpes secos
para darse a sí mismo seguridad.
Si es difícil para mí,
mucho más difícil es para él mismo.
Si con ese, su modo de ser sufro yo,
mucho más sufre él mismo.
Si hay una persona en el mundo
que desea no ser así,
que desea no ser así,
esa persona no soy yo, es él mismo.
Le gustaría ser constante y es versátil.
Le gustaría ser encantador y es antipático.
Le gustaría vivir en paz con todo el mundo
y siempre está en conflicto con todos.
Le gustaría agradar a todos y no lo consigue.
El no escogió ese modo de ser.
Después de todo esto,
¿tendrá el «enemigo» tanta culpabilidad?
¿Qué sentido tiene el irritarse
contra un modo de ser que él no escogió?
No parece repulsa sino comprensión.
A fin de cuentas,
¿no seré yo el equivocado
y el injusto con mi actitud y no él?
¿No pedimos todos los días
la misericordia del Padre?
la misericordia del Padre?
Si, supiéramos comprender,
el sol de la ira declinaría, y la paz,
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