No hay espacio
para la aventura de soñar. Sólo cuenta la satisfacción egoísta
de las propias necesidades.
Se perdieron las utopías
de un mundo mejor,
y de una sociedad de hermanos.
Necesitamos
sembradores de utopías,
que propongan
la plenitud de lo desconocido,
y que rescaten y propongan
la vuelta a los valores eternos.
Que se atrevan a construir un mundo
donde sea posible la libertad,
y el amor comprometido
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