Los hijos no nacen caprichosos, se hacen en la medida que son mal consentidos.
Las actitudes egoístas que revelan a diario, pueden ser la consecuencia de tener todo y más que lo necesario, sin haber hecho nada para conseguirlo. .
Actúan como si estuvieran en el mundo para que los demás les sirvan
y nunca para servir de ayuda a los demás.
Creen que la felicidad está en la satisfacción de sus caprichos
y no en el esfuerzo propio y en la dedicación a los demás.
Cuando no consiguen lo que quieren, se frustran y dejan de valorar lo que les rodea.
Se sienten mal, se vuelven críticos y exigentes, confusos y contradictorios.
Toman todo a su antojo, incluso la autoridad de los padres,
volviendose desafiantes, manipuladores, de mal genio y egoístas.
Se oponen a todo y no les gusta compartir sus cosas con nadie.
Lo quieren todo aquí y ahora, lo suyo y lo de los demás.
No valoran lo que reciben y muestran su disconformidad y descontento
como respuesta a frustraciones o caprichos insatisfechos,
y lo expresan a través de conductas agresivas verbales, como groserías y gritos.
Los padres que no han establecido pautas y límites educativos claros y constantes,
y dan incondicional y total gusto a sus hijos, originan que los hijos se crean
la autoridad , porque no conocen negativas y obtienen al instante lo que piden.
Es imprescindible la supervisión diaria de los padres para convertir costumbres
en hábitos y los hábitos en virtudes y valores humanos de práctica diaria.
Los padres son los que tienen que hacer recapacitar a sus hijos con el fin
de que cambien de actitud, antes de que sea demasiado tarde y lo haga la sociedad.
Estos deben inculcar a sus hijos caprichosos las virtudes y valores humanos como respeto,
tolerancia, altruismo, solidaridad, sin dejar de estimular en ellos los conceptos
que son necesarios para la lucha diaria y el triunfo ineludible de la realidad de la sociedad
en la que tienen que vivir y competir. Sabiendo que siempre tendrán que luchar contra corriente, principalmente contra el feroz consumismo y otros anti valores promovidos por la sociedad
que hace a los hijos caprichosos, egoístas y consumistas empedernidos.
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