Hay un lugar...
al cual puedes dirigirte
para descansar
y liberarte del temor
y la preocupación.
Ese lugar
no se encuentra lejos
ni es de difícil acceso.
Se encuentra
justo donde estás
cada vez que aquietas
tus pensamientos
y estás a solas con Dios.
En ese lugar te encuentras
con la presencia de Dios,
que no es un sonido,
ni una apariencia,
ni una idea
sino la fuerza que necesitas,
el valor que no tienes,
la inspiración que buscas,
el amor que cura heridas,
la confianza que tranquiliza.
Lugar de paz en ti,
donde comulgas con Dios,
donde encuentras fuerzas
para el cuerpo cansado,
amor para el espíritu solitario,
paz para el corazón atribulado.
Allí tu ser entero se vuelve
un lugar de oración.
Allí descubres
la majestuosa dignidad
de ser hijo de Dios,
heredero del universo infinito
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