Dije al almendro:
háblame de Dios, y el almendro floreció.
Dije al sueño:
háblame de Dios, y el sueño se hizo realidad.
Dije al pobre:
háblame de Dios, y el pobre me dió su abrigo.
Dije al amigo:
háblame de Dios, y el amigo me dió un abrazo.
Dije al niño:
háblame de Dios, y el pequeño me sonrió.
Dije al ruiseñor:
háblame de Dios, y el ruiseñor me cantó.
Dije a mi madre:
háblame de Dios, y mi madre me besó.
Dije a la voz:
háblame de Dios, y la voz no encontró palabras.
Dije a Jesús:
háblame de Dios, y Jesús rezó el Padrenuestro.
.
Nikó Kazantzakis
háblame de Dios, y el almendro floreció.
Dije al sueño:
háblame de Dios, y el sueño se hizo realidad.
Dije al pobre:
háblame de Dios, y el pobre me dió su abrigo.
Dije al amigo:
háblame de Dios, y el amigo me dió un abrazo.
Dije al niño:
háblame de Dios, y el pequeño me sonrió.
Dije al ruiseñor:
háblame de Dios, y el ruiseñor me cantó.
Dije a mi madre:
háblame de Dios, y mi madre me besó.
Dije a la voz:
háblame de Dios, y la voz no encontró palabras.
Dije a Jesús:
háblame de Dios, y Jesús rezó el Padrenuestro.
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Nikó Kazantzakis
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